miércoles, 17 de noviembre de 2010

Ajuste de cuentos
OSVALDO FASOLO
(UNT - Tucumán)

Es un libro con estilos variables, en el que se mezclan fraseos largos y justos.
El libro, recientemente presentado en el Centro Cultural Eugenio Flavio Virla, nos trae una selección de microrrelatos, de cuentos y de poemas; escritos varios cuya redacción data de los años setenta. De anteriores volúmenes pertenecientes al autor, como El hombre que yo inventé o De mil amores, los opúsculos conservan un carácter común, como si se tratara de textos pertenecientes a un único volumen. Algunos curiosamente anecdóticos, otros impactantes, teñidos de crueldad, de historias cotidianas y terribles, los relatos nos abren las puertas extrañas de un mundo extraño, pero real. Valga como ejemplo la experiencia de mundos paralelos que se entrecruzan en Las Manchas, uno de los cuentos; cargado de situaciones comunes y de diálogos de entrecasa, pero narrado con magnética fuerza.
El autor, a quien ya conocemos por su programa radial Perdidos en el Paraíso en Radio Universidad Tucumán, despliega una prosa certera, minimalista en algunos casos, florida y populosa en otros. Siempre efectiva. El universo en que suceden las historias es una especie de cosmos misterioso y simple, o viceversa. Con lo cual el lector obtiene resplandores del campo y de la pobre ciudad. El lector ingresa en un tiempo y un espacio sólo recuperable mediante el obstinado recuerdo, o el recuerdo de historias legadas por la tradición. El desenlace trágico, con su espíritu griego y un rostro criollo, acecha permanentemente tras los recodos de las historias. Personajes postrados parecen obsesionar al autor: una cama sudorosa o un pobre padre con los "pulmones enfermos". En tono siniestro, una broma, un descuido, un juego pueden siempre iniciar un derrotero fatal.
El estilo variable del libro, a veces en extremo seco, justo, mínimo pero suficiente, se combina con fraseos largos pero no pesados. La acción en las historias marcha a buen ritmo, ágil, terrible, como en los cuentos de Flannery O’Connor, o como en ese presuroso río de sucesos que ingenuamente llamamos realidad.

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